Hay meses de meses. Aunque muy en el fondo creo que somos nosotros dándole identidad a cada uno. Ya sabemos que ellos caminan sin pausa, pero sin prisa, como dice la canción. Pues de cierto modo la prisa la traemos nosotros encima. Y también creo que esa dinámica de cada día caminando en silencio, es una de las ventajas que tienes cuando el tiempo te pertenece. Pues no temes a la cumbre, a los lapsos, a la finalización de una etapa.
Y bueno, hablando de la particularidad con la que vestimos cada mes, este que finalizamos, decidí arroparlo con sus mejores galas fiesteras y cargarlo de muchas emociones. Hubo cambios, algunas decisiones, uno que otro adiós que me llevó a más de una bienvenida…
… Pero esa es la vida y sus ciclos. Y yo vistiéndome de prisa quizás. Sin embargo, me llamó poderosamente la atención que justo cuando entro a la etapa de mis dulces 33, finalizo una obra que me deja buscando nuevos horizontes.
Y a pesar de las prisas… y si, ya sé que quizás alguien que me conozca me diría: ¿cuáles prisas, chica? Si duraste una eternidad en publicar. Y créanme, me lo han dicho. Y siempre las preguntas de rigor: ¿para cuándo la publicación? ¿Para cuándo el próximo libro? ¿Qué nuevos proyectos se vienen?
Y aunque he luchado por ir contracorriente y creo que lo he conseguido bastante bien, lo cierto es que hay días en los que esos interrogatorios y frases se te meten por debajo de la piel y te dejan pensando.
Por eso quiero tomarme esta nueva etapa con calma. Pero que sea una tranquilidad genuina e interior. Estoy segura de que hay muchísimo de que hablar todavía. Aunque muchos digan que ya todo está dicho o escrito. Yo personalmente creo que siempre hay una historia que contar.
Siempre hay algo que demandar o defender y algo sobre lo cual reflexionar, ya que la estupidez humana no se acaba y ahora en tiempos en los que la lectura está en peligro de extinción, aún más.
Y pensaba justamente en lo difícil que puede ser escribir con calma y desde el alma, cuando ahora los libros los escriben con IA, y las novedades dejan de ser novedades en menos de 3 meses.
Y pensaba también que esa calma, muchas veces puede jugarnos en contra, ya que podríamos caer en el vicio de no terminar lo que se empieza. ¿Les ha pasado? A mi muchas veces. Me he sentado a ver series que no termino, otro día garabateo algunas ideas que luego dejan de ser buenas y se van directo al bote de la basura.
Y creo que fuera de la literatura, es algo con lo que luchamos constantemente. Quizás muchos podrían pensar que se trata de esas rachas que todos pasamos en la vida. Lo cierto es que salir de ellas a veces es el meollo en cuestión.
Entonces a todo esto me preguntaba… ¿Como escribir con calma y sin dejar de hacerlo? Es decir, apelando a la más serena y absoluta disciplina. Y más importante, ¿Cómo impedir que las fábricas industriales de libros que lanzan obras como hacer papas fritas, nos agobien en el proceso?
Bueno, pues ante todo quiero aclarar que no soy una gurú literaria ni mucho menos. Y quiero que sepan que, en este post, más que respuestas, planteo preguntas, las mismas que me taladran a menudo y de las cuales espero que podamos reflexionar juntos. Ahora bien, aclarado lo anterior, me parece interesante pensar, que, ante esos cuestionamientos, muchas veces algo tan simple como una conversación, un libro o una canción, puede servir para sacarnos de “esas rachas” o esos estados en los que no podemos terminar ni las ideas de nuestra propia cabeza.
Sin embargo, si nos vamos al tema calma versus inmediatez editorial, creo que lo más importante es definir lo que queremos en la vida como escritores. La auto publicación ahora es una gran opción y contra todo pronóstico ha ido ganando terreno sobre los prejuicios que se tenían sobre el tema.
Me parece que una de sus ventajas es precisamente que camina al lado de la calma. Es decir, como escritor tienes la libertad de estipular tus propias metas, tus horarios, escribir tanto como quieras y sin obedecer a estatutos editoriales como no sean los que te impongas a ti mismo para continuar con tu obra.
Muy importante, no tienes a un editor metiendo tijera a todo lo que escribes. Y ojo, creo que como escritores debemos ser lo suficiente autocríticos para aceptar sugerencias de quienes revisan nuestros textos, — que eso es algo que deberías tener aun si autopublicas tus libros — y, además, tener la capacidad de analizar con objetividad para poder encontrar ese punto de equilibrio tan anhelado a la hora de crear un texto que tenga todos los condimentos que deseamos.
No obstante, como les decía, esa libertad nos permite amistarnos con la calma y transitar juntos ese proceso creativo que, con cada obra, es distinto. Me emociona mucho lo que está por venir, aun no me embarco en un nuevo trabajo, porque todavía está en proceso de edición el anterior. Eso es algo que pienso ahora mientras tecleo en mi computador con Wish you were here de Pink Floyd de fondo, y la verdad, no me preocupa, pero si me entusiasma la idea de embarcarme en la construcción de nuevas historias, porque muy en el fondo, ya hice mi luto y mi ritual de despedida con las historias anteriores.
¿Les gustaría que conversemos más sobre la auto publicación? Sé que es un tema que nos puede traer mucho debate, puesto que hay muchas aristas por reflexionar. Sin embargo, les dejo el tema de la libertad que nos regala, para que me den su opinión y conversemos un rato. Nos leemos, un abrazo.



