Hace poco un amigo me dijo: me encantaría estar en la cabeza de una escritora como usted. Entonces pensé: ¡amigo, no lo hagas!
Solo para que se hagan una idea… les contaré algo que podría ser una pincelada de todo lo que pulula por mi cabeza y que a su vez es algo que requerimos los escritores para dar rienda suelta a nuestras historias. Por supuesto está relacionado a la inspiración.
… El otro día me había acostado muy cansada después de un largo día de trabajo. Lo cierto es que esa misma noche tuve un sueño extraño, en donde lo tétrico y lo absurdo se confabularon y crearon una experiencia algo impactante… entonces me desperté a la madrugada y contra todo pronostico, la sensación era de que algo maravilloso me había visitado.
Si, ahí le diste al clavo: la anhelada inspiración entre aquellos que escribimos.
Y era una noticia excelente, sobre todo, porque venía con toda seguridad a convertirse en un cuento más para la Antología que estoy escribiendo.
Sin embargo, tomé la decisión de dormir un rato más. ¡Grave error!
Despertarme unas horas más tarde hizo que el sueño palideciera. No llegaba con la misma nitidez. Y me reproché, y lo confieso: sufrí y putie hasta en arameo. Porque tuve contenido exclusivo para un buen cuento y lo dejé ir… ¡todo por no escribir en el momento preciso!
Yo quisiera saber si a mis amigos y colegas, la inspiración les juega tan sucio como a mí. Porque muchas veces llega como un fulgor pirotecnico, que ilumina momentaneamente para luego dejar todo en la más absoluta oscuridad.
Si me pongo a pensar en esos momentos de felicidad, cuando la inspiración decide realizar su aparición triunfal, entonces pienso que otro de sus lugares favoritos es la ducha. Es como si el agua refrescara aquellas ideas guardadas, permitiendoles brillar y llegar con una elegancia sedosa y envolvente, que me provoca la satisfacción más absoluta… Entonces me digo a mi y a mi inspiración que hacemos un equipo de puta madre.
Hasta que llega la hora de escribir. Entonces me doy cuenta que la magia se ha esfumado. Que ya no somos ese equipo a prueba de balas. Y es que el oficio del escritor no es tan sencillo como muchos suponen. Te sientas a escribir y ya está, dicen algunos…
La parte que quizás nadie contempla son las horas creando, Creando algo por lo que consideres que vale la pena 100% compartir al mundo. Para luego reescribir una y mil veces un parrafo, porque no encuentras las palabras precisas, la contundencia deseada, o la armonía requerida. Y quienes somos perfeccionistas la pasamos peor. Porque nunca es suficiente.
El oficio del escritor es un oficio más en el mundo, con la responsabilidad de que aquello que escribimos quedará plasmado así por siempre. El oficio del escritor es un oficio como cualquier otro, que requiere de entrega, disciplina, y mucha disposición, porque esa es una forma de atraer a la aclamada inspiración.
El asunto con este oficio, es que quienes permanecemos acá y la sudamos y la sufrimos, es porque tenemos la convicción que de todo lo que debemos padecer en el mundo, es más factible hacerlo de la mano de algo que nos genere pasión. Y aunque las letras no siempre nos favorezcan, o la inspiración a veces se vuelva una ingrata… lo seguimos intentando, porque creemos en el hechizo de las palabras y lo disfrutamos profundamente.
Creemos en lo que hacemos y si, si quieren pueden llamarme masoquista. Pero les aseguro que es más fácil sufrir con algo que te gusta.
Así que, conviniendo en que hay niveles de sufrimiento, el provocado por mi faceta escritoril, lo abrazo mucho. Y lo hago con la esperanza de seguir en esta guerra, y que cada batalla ganada, sea una gran alegría a mi vida. De esas que hacen tanta falta por estos días.
Y volviendo al meollo de quienes desean adentrarse en la cabeza de un escritor… es muy fácil: lean sus libros. Sin duda ahí encontraran un poco de todo lo que pasa y mejor aun, de esos momentos en los que la inspiración los visitó y juntos formaron una historia para compartir.
Un abrazo de su sufrida amiga por elección, Gaby.
La contundencia! Cómo nos cuesta darle ese toque poderoso a nuestros textos y la magia está ahí, en las palabras! Solo que a veces no las encontramos.